Hay ocasiones en que damos las cosas por sentado.
Pensamos que ya no necesitamos cuidar y regar la flor, porque la lluvia se encargara de hacerlo. Que no es necesario limpiar la cloaca de la basura que intenta atravesar por ella, porque el agua eventualmente hará que todo siga su curso.
Que no importa si limpiamos el espejo en donde nos miramos, porque por más que se vea percudido, siempre veremos aunque sea una sombra tenue de nosotros. Creemos que sin importar las veces que tiremos o rompamos algo, siempre podremos repararlas, pensando que quedara como la primera vez. O que quizás no importa lo sucio que estén nuestros tenis blancos, siempre podremos limpiarlos y darles el color que tenían al principio. Cuando la realidad es que, por más que nos esforcemos no regresan a su color original si no se limpian con frecuencia.